SEMANA SANTA, TODO HA CAMBIADO!

Hace algunos años compartí con ustedes esta columna que a muchos les trajo recuerdos de su infancia y niñez, hoy Viernes Santo, la vuelvo a publicar para quienes quizás no tuvieron la oportunidad de leerla…

¡NOOO, POR NINGÚN MOTIVO!

Muchas veces durante mi infancia y adolescencia, debí escuchar esa respuesta en un día en especial y aunque sabía que así sería, ningún año deje de hacer la misma pregunta ¿Mama puedo salir a jugar a la pelota?

Aún recuerdo aquellos años en la década de los ochenta, en que por cosas del destino, mi familia llegó a vivir al barrio norte de Talca, en la Población Cancha Rayada, frente a la escuela diez.

Mucho antes de que la urbanización tiñera todo de gris, se construyeron esas casas, que, siendo muy pequeñas, cumplían con el estándar de Chile para decir que ya teníamos casa propia

Fue en esos pasajes de tierra, donde dábamos rienda suelta a todo nuestro talento futbolístico, con pichangas interminables, cuando los arcos se hacían con dos piedras separadas por 4 pasos y un travesaño imaginario, que daba vida a una cancha que no tenía líneas laterales, y donde soñábamos a ser futbolistas.

El grito de “Último gol gana todo”, nos daba fuerzas para dar lo mejor de sí y quedarnos con la victoria, esa victoria que solo duraría hasta el día siguiente, cuando nuevamente dos de nosotros eligiéramos al cachipún a nuestros compañeros de equipo

Recuerdo que una vez que se elegían los jugadores de cada equipo, cada uno de nosotros se transformaba en su ídolo, Yo soy Solís, Yo soy Nicola, Yo Pablo Prieto, yo el “Pera” Hernández se escuchaba decir a cada uno, que agachados, se arremangaban los pantalones y ponían sus calcetines sobre ellos, para simular unas medias de futbol, y aunque cada uno sabia sus cualidades, siempre se designaban a dos para ser los arqueros, puesto ingrato y que a nadie le gustaba, pero que una vez elegidos se peleaban por quien seria, Antonio Muñoz.

Sin embargo, había en este ritual diario, un solo día, en el cual estaba prohibido el jugar esta pichanga y era el “viernes Santo”.

Nos levantábamos muy temprano y en silencio, no podíamos hablar muy fuerte y la radio prácticamente no se prendía, a menos que fuera para escuchar música de meditación, o sintonizar alguna emisora que hablara del vía crucis.

Las mamás de la mayoría de mis amigos, dejaban todo listo el día anterior, incluso el almuerzo, como señal de un día dedicado al recogimiento y a la paz interior.

El pescado con puré, los fritos de coliflor o la tortilla de acelgas con papas doradas, eran un menú que casi siempre se comía ese día, incluso una vez escuché a un amigo decir, que en su casa, ni el tomate se podía preparar, porque según ellos !Tenía carne!.

Ni pensar en decir un garabato, esa era una clara señal de pecado, que de inmediato nos hacía acreedores a pasar el resto del día encerrado y castigado en nuestra pieza

Les cuento esto, para que las nuevas generaciones sepan cómo era la semana santa, en donde moros y cristianos, vivían estos días de una manera distinta.

Con el paso del tiempo, todo ha cambiado, ya no se vive aquel día como en nuestra infancia, donde era prácticamente un día sagrado, la televisión exhibe su programación como si fuera un día cualquiera, a excepción de TVN que por más de 40 años ha transmitido Jesús De Nazaret, que inexplicablemente aún tiene el rating más alto de semana santa, aunque todos sepamos cómo termina.

¡Hoy viernes santo, es casi un día normal!

yo me pregunto, ¿Qué dirían mis abuelos y los de ustedes, si supieran que este día se ha convertido en uno más del calendario?

Podrá haber muchas respuestas, algunos más tradicionales seguirán pensando, en que la semana santa, es tiempo de meditar y compartir sobre la vida y la muerte, muchos lo verán como una posibilidad de un paseo de tres días a la playa o al campo, los menos vivirán la última cena, el vía crucis y la vigilia pascual, pero todos de una u otra manera lo vivirán como lo han hecho tradicionalmente y a su manera.

Pero de una sola cosa estoy seguro y es que si le volviera a preguntar a mi madre, si puedo salir a jugar a la pelota este viernes santo, volvería a escuchar esa respuesta que tantas veces escuche y que hoy recuerdo con nostalgia ¡COMO SE TE OCURRE, NOOOOO, POR NINGÚN MOTIVO!