RANGERS RECOBRÓ SU ALMA Y SU HINCHADA

Ser hincha de Rangers está asociado a una tradición familiar.

Nacimos y crecimos escuchando las historias que contaban nuestros padres y abuelos, sobre su «Ranguerito» y que nos fueron impregnando de estos colores, una identidad que hace que dónde quiera que vamos y decimos que somos talquinos, nos preguntan, ¿Y cómo está Ranguerito?

Son muchas las historias que se reviven día a día en conversaciones de hinchas rojinegros, como aquel episodio cuando lesionaron al «Chanchita» Briones en el Nacional, y según quienes estuvieron allí, sonó como cuando se quiebra una tabla o aquella hazaña del 69′, cuando el club escribió su historia con letras de oro al clasificar por primera y única vez a la Copa Libertadores.

El apodo de «leyendas» seguramente está reservado para figuras como el gran «Pocholo» Azócar, quien solo vistió esta camiseta en su vida, o para Juan Cortés, un jugador incorregible pero extraordinario futbolísticamente, de esos que aparecen uno en un millón.

También están los recuerdos del «Rangers del Pueblo» del año 83′, con Nicola y compañía; un equipo que no ganó títulos, pero sí el corazón de los hinchas por su entrega y cercanía.

Mención aparte merecen los ascensos: el de 1997, bajo una lluvia torrencial y con más de 18.000 hinchas en el Estadio Fiscal, y el de 2011, con la banda comandada por el «Titi» Milla, un artillero que deslumbró con sus goles y contribuyó en gran medida al tan anhelado retorno.

Luego vino una década complicada. La hinchada, poco a poco, se fue desencantando y distanciando de la institucion, ya que el equipo, carecía del ADN que caracteriza al ranguerino. Incluso llegó a luchar por no descender a la Segunda División y se evidenciaba un claro divorcio entre la institución y su mayor tesoro: su gran hinchada.

Pero como en el fútbol siempre hay revanchas, este año se reestructuró la dirigencia y, por primera vez, se escuchó la frase «trabajo en equipo». Poco a poco se conformó un plantel que, a pesar de la maldición de no ganar de local, se mantuvo durante todo el año en los puestos altos de la tabla.

Con un trabajo serio y profesional, el club vivió una transformación: se ofrecieron las entradas y abonos más baratos de la división, y se devolvió la importancia y el respeto a los hinchas, quienes, con su sacrificio y lealtad, lo tenían más que merecido, incluso apoyando en los momentos más difíciles.

Y así se llegó a disputar la gran final de la liguilla de ascenso. El resultado no fue el que todos queríamos, para Rangers, para la ciudad y sobre todo, para su gente. Es cierto que se perdió la posibilidad de volver a Primera División y que estuvimos muy cerca, sin embargo, haciendo un balance, Rangers ganó en otros aspectos.

Se reencantó a la hinchada con una campaña que invitó a todos a ilusionarse, se volvió a respirar ese ambiente de fútbol en todas partes de la ciudad, el tema de conversación era la campaña del equipo y el poder conseguir entradas para ir al Fiscal. Se jugó a estadio lleno como hacía mucho tiempo no se veía, y se logró que muchos hinchas, que se habían alejado de Rangers, volvieran a creer en este equipo, Pues como dice el adagio, un viejo amor nunca se olvida.

Lo más importante es que con este equipo, recuperamos la identidad, el arraigo, la ilusión, ese sentimiento de pertenecer o ser hincha del club más grande de la región del Maule, ese sentimiento que nos transmitieron nuestros padres y abuelos y que les aseguro que cuando nuevamente comience la competencia en la próxima temporada y el equipo pise cualquier cancha del país, se escuchará el «Erre con A» con más fuerza que nunca.

Gracias a esta campaña, renació la esperanza y recuperamos ese amor por Ranguerito, un amor que se había apagado, pero que hoy regresó con la misma pasión que nos contaban nuestros padres y abuelos en sus historias, historias que nos convirtieron en hinchas rojinegros para toda la vida!!!

Héctor Maldonado Villanueva